viernes, 5 de febrero de 2010

Conchas de Peregrino

Concha pequeña. Altura: 6,3 cm., ancho: 7,2 cm. (Procede de Santa Cristina de Somport)
Concha plana. Altura: 7,7 cm., ancho: 7,3 cm. (Procede de Jaca)
Concha grande. Altura: 10,3 cm., ancho: 11,7 cm. (Procede de Jaca)
Concha negra. Altura: 8,1 cm., ancho: 8,5 cm. (Procede de Jaca)

El origen del Camino de Santiago se remonta al siglo IX, cuando el Obispo Teodomiro señaló que el apóstol Santiago se encontraba enterrado en el denominado fin del mundo (finis terrae), en Finisterre. En este lugar, con la ayuda del rey asturiano Alfonso II el Casto, se construye la ciudad de Compostela (campus stellae). El papa León II ordenó la construcción de la primera iglesia de Santiago en Galicia para albergar los restos del apóstol.

El flujo de peregrinos comenzó aprovechando las antiguas calzadas romanas. Antes del siglo XI los peregrinos europeos que atravesaban el Pirineo por su parte central utilizaban preferentemente la vieja calzada romana Bearn-Zaragoza, que penetraba en la península por el puerto del Palo, bajaba hasta el monasterio de Siresa y Hecho para llegar a Astorito, sede real junto a la actual localidad de Puente de la Reina.

En el siglo XI los reyes Alfonso VI de Castilla y Sancho Ramírez de Aragón se esfuerzan por dotar al Camino de las infraestructuras necesarias: puentes, nuevas calzadas, hospitales y baños aparecen por todo el camino, entre los que destaca el Hospital para peregrinos de Santa Cristina de Somport. Es esta vía por el Somport la que adquiere más importancia gracias a varios factores: el auge del comercio continental, la mayor comodidad del trazado (frente al puerto del Palo), el protagonismo de Jaca y el prestigio del hospital de Santa Cristina en Somport, fijando este paso como el principal en la zona central del Pirineo. Queda configurado el llamado camino aragonés: Somport, Canfranc, Jaca, Puente de la Reina, hasta Navarra por Sangüesa.

Enseñas del peregrino compostelano:

Todas las peregrinaciones, sin excepción, poseían toda clase de objetos y atributos característicos, recuerdos de las mismas, en muchos casos objetos santos o santificados. A veces eran piedras de los edificios santos, piedras de las tumbas, agua del Jordán, aceite de las lámparas que ardieron ante sus altares, velas quemadas ante la tumba de Cristo, limaduras de hierro de las cadenas de San Pedro, etc.

La peregrinación a Santiago durante los siglos XI y XII posee enseñas propias, entre las que sobresale el uso de veneras o conchas como gran atributo jacobeo. Son conchas de vieiras del tipo Pectem Maximus L. El uso de tal motivo fue tan pródigo en el peregrino jacobeo, que no solo tenía la presumible funcionalidad de ayudarse con ella para beber, sino que formaba parte de su indumentaria decorativa en el traje de romero, en la esclavina, en el sombrero. Ejemplo claro son las que se muestran.

La venera indicaba fundamentalmente la peregrinación a Santiago, pero por extensión se adjudicó a todo tipo de peregrinación, y por consiguiente era objeto de devoción local en otros santuarios, generalmente cerca del mar, como en Francia en el santuario de Saint-Michel, donde la efigie del santo ha de aparecer grabada en las representaciones de plomo, como lo hacía el Santiago matamoros en las de Compostela.

El estudio de las veneras naturales descubiertas en las excavaciones nos informa de la extensión e importancia del culto a Santiago a través de Europa y sus caminos, de las rutas de peregrinación, de los hábitos funerarios, de la evolución de los vestidos con que se enterraban los peregrinos, de las supersticiones, de las prácticas de la medicina popular, y otros muchos desarrollos de minuciosa atención. La mayoría de las veneras que aparecen en las tumbas, tales como las halladas en el cementerio que existía en la actual Plaza Biscós de Jaca (veneras grande y negra) no pueden ser consideradas como ofrendas mortuorias, aunque después de la Edad Media y hasta el siglo XVIII formaban parte del traje del peregrino enterrado con ellas.

Podemos así concluir que la venera es el signo por excelencia de la peregrinación jacobea, pero que en ningún caso nació como signo telúrico en el Camino, aunque si fue donde más importancia y desarrollo tuvo.

Otro de los elementos que actúan como enseña del peregrino compostelano son unas pequeñas imágenes de azabache representando a Santiago, cuya tipología prácticamente se limitaba al Santiago peregrino. El tipo más usual es el Santiago con los pies descalzos, barbas largas, sombrero de ala ancha levantada por delante con una concha, sosteniendo un libro en la mano izquierda contra el pecho, y en la derecha el bordón, tal y como se aprecia en las dos figuras de la imagen.

La representación del Santo Romero quedaría consolidada a finales del siglo XV, sin sufrir apenas variaciones en la producción de este tipo de imágenes hasta el s. XVIII, en que la figura del Santiago peregrino fue sustituida por el Santo con túnica y palio apostólico.




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